sábado, 20 de octubre de 2012

Un respiro en el apurón

Luego de limpiar y preparar la tierra de dos canteros de fibrocemento en estado semisalvaje, con muchas malezas y asparagus y que tenían ligustros nacidos espontáneamente (rescatados de la limpieza étnica, ya los plantaré y los mostraré cuando termine con los plantines), me di cuenta que en el 2012 estoy volviendo a disfrutar de esta terraza, muy abandonada. Miro hacia el norte y los edificios están rodeando mi terraza, pero por ahora no parecen muy agobiantes, me gusta ver sus perfiles en el horizonte. El mes pasado, cuando los plátanos (Platanaceae) renovaron sus hojas, una jurásica grúa alteró el skyline, causó revuelo en el barrio

(clik para ampliar)
 y después se fue. Aunque las torres que se divisan hacia el este están entre las mas altas de Buenos Aires,



el perfil parece mucho mas relajado.

Mirando el horizonte palermitano con las manos embarradas, pensé que estos trabajos con las macetas, para reconvertir lo que molesta o ya no da placer, es similar a lo que deberíamos hacer en el terreno personal. Oh, los efectos terapéuticos de la horticultura, dijo alguno de mis cerebros. Pero no fue muy original, porque cuando escribí en el buscador efectos terapéuticos de la horticultura, uno de los primeros resultados que obtuve fue una página sobre Jardines Terapeuticos, donde entre otras cosas encontré que
Las personas comprometidas con la jardinería o con el mantenimiento rutinario de un jardín tienden a mejorar y reforzar las habilidades preexistentes, así como formar y renovar nuevas habilidades físicas y mentales.
Dice jardinería, pero valdrá también para horticultura. Aunque por ahora lo mío no sé si puede llamarse así.

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